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DE PIE RADICALES CHILENOS. LEALES PERO NO SUBORDINADOS, SOCIOS POLITICOS, NO COMPLICES

martes, 23 de febrero de 2021

NOVIEMBRE DE 1963.

 

Tributo a Mario Ignacio Osben Méndez 

(Chiguayante, 14 de julio de 1950 - 07 de febrero de 2021)

Quinto piso, Hospital Regional, salas de Pediatría, con grandes ventanales que daban hacia la intersección de San Martín y Roosevelt… 

Las mañanas comenzaban con el despertar que nos hacían las enfermeras con la rutina diaria, los que se podían levantar  debían ir al baño para el aseo personal, aquellos que no, las enfermeras se encargaban de hacerlo, había que sacar las “chatas” y todo debía estar a punto antes de las 8 de la mañana porque puntualmente aparecía el doctor “Troyer” ( Carlos Treuer  Araneda), con su impecable e imponente figura, peinado “a la glostora” decía mi padre y mi “vieja” lo encontraba tan parecido a Errol Flynn, por sus bigotes…

Los recuerdos de mi período de hospitalización (casi un mes) son vagos por los años transcurridos, pero hay hechos que se mantienen vividos en la memoria, en la sala, no tengo precisión si eran 9 o 10 camas, y la separación entre las salas eran grandes ventanales que permitía ver a todos los niños hospitalizados, eran como 5 salas de niñas y niños….

Cuandome hospitalizaron, (el lunes 4 de noviembre, recuerdo la fecha porque mi cumpleaños es el 5), en la cama del frente me llamó la atención un “morenito” de ojos vivaces que no perdía detalle, mis padres se tomaron todo el tiempo del mundo, mientras me desvestía y mi madre acomodaba la ropa porque debía llevársela… una vez que se fueron, no me di ni cuenta y el “vecino del frente” estaba al lado de mi cama y lo primero que me preguntó;

¿Jugai a la pelota?...

Si, le respondí pero… no alcancé a decir más, y me dijo… bien, mañana hablamos y en cuclillas cruzó hacia su cama y se acostó…yo estaba desconcertado, me habían advertido que estaría más menos un mes hospitalizado con 14 años por cumplir… me sentía incómodo porque pude darme cuenta que la mayoría de los otros pacientes eran menores salvo quien me dio el especial recibimiento…

Una vez que dieron la orden de dormir y quedando casi en penumbras las salas, de nuevo se acercó y me pregunto;

¿Y con cuál número (de camiseta) jugai?

Con la 6… y estuvimos hablando largo rato… hasta que pasó la “tía Panchita” y lo mandó a acostarse con la advertencia que si lo volvía a pillar en pie, lo acusaría con el doctor al día siguiente…

Lo cierto es que estuve casi un mes hospitalizado, por culpa de una nefritis, y mi amigo, que ya llevaba un tiempo cuando llegué, y se quedó ahí cuando me dieron de alta, sufría de “soplo al corazón", y su única preocupación y anhelo era ser ARQUERO,  y todos los días, cuando se podía, le serví de “entrenador”, con una toalla y un pañuelo hacíamos un balón y desde mi cama se la lanzaba hacia su cama donde hacia “espectaculares atajadas” con la ventaja que la cabecera de su cama daba a un muro, así que si la “pelota pasaba de largo” no había problemas de quebrar un vidrio…

Desde esa experiencia pasó “mucha agua bajo el puente”, nuestras vidas tomaron sus respectivos rumbos y me sorprendí en 1970, estando ya viviendo en Valparaíso, lo vi en la formación del Club Deporte Concepción,  lo demás es de público conocimiento…

Hoy emprendió camino hacia otras dimensiones, donde, no me cabe duda, será UN ETERNO ARQUERO… volverá a ser ese niño que soñaba estar bajo los tres palos, y que los fines de semana pegaba “la ñata” en el vidrio de la ventana y desde el quinto piso miraba hacia la cancha de la Universidad de Concepción donde Tonko Petric hacía de las suyas, así como Onofre Pino del Fernández Vial o Jorge Claro de Huachipato….

Algunas veces me cruce con él en el centro de Santiago… no sé si me reconoció…pero yo a él siempre lo tuve presente… creo que logró todo lo que soñó… y luego de su retiro, cuando argumentó que se retiraba porque se dio cuenta “que los porrazos le dolían cada día más”… quizás por eso que una vez que “colgó los botines”, se radicó en su querido Chiguayante, de donde ha partido a lugares que no conocemos.

Espero que cuando me toque emprender viaje nos encontremos y quizás vuelva a ser tu entrenador nuevamente. Hasta siempre Mario Osbén.

Nabuco.